Cecilia Cortez nació hace 29 años. Y se podría decir que renació a la misma edad también, cuando recuperó a sus hijos. “Estaban en un hogar. La Justicia me pedía que comprara un terreno para poder tenerlos. Cuando me di cuenta que perdía a mis hijos, me vine a este barrio, donde sabía que podía comprar un terreno barato. Lo hice y, de a poquito, a crédito, fui obteniendo puertas y ventanas, y acá estoy…siguiendo para adelante, siempre”, expresa Cecilia.
Su casa es, actualmente, una habitación de 5 por 5. Allí se ve la mesada, una cocina, un televisor, una garrafa, una heladera, una mesa de plástico, cuatro sillas y dos camas, una es cucheta. Ceciclia se enorgullece al contar que tiene ladrillos para terminar el baño y seguir ampliando su casa.
Las lágrimas le ganan cuando recuerda que “después que me dieron a mis hijos, vino un asistente social a visitarme y se sorprendió por mis logros y avances; me terminó felicitando”.
“Los golpes de la vida me hacen querer salir adelante. Siempre fui madre soltera. Ahora que ya tengo a mis hijos conmigo, deseo seguir progresando. Con ellos. Siempre”, asegura Cecilia, que llegó al asentamiento XI de Enero (altura Camino del Perú 1900) para edificar sus sueños y los de Yamil (11 años), Alejandro (9), los mellizos Nicolás y Santiago (7) y Mauro (3). Todos, salvo el menor, van a la escuela. Unos por la mañana y otros por la tarde.
En el barrio de Cecilia, voluntarios y profesionales rentados de León acompañan historias de vidas de más de 100 familias que están en situación de vulnerabilidad. Como la de «Ceci», muchas lograr promoverse, salir de la extrema pobreza.
“Los promotores de León siempre me visitan para ver cómo estamos mis hijos y yo”, destaca Cecilia la tarea de Daniela Guerrero, parte del equipo de trabajadores sociales y psicólogos que se encargan del acompañamiento familiar dentro del Programa Acompañando a La Cartujana. Y remarca que “a la tarjeta alimentaria que me otorga este Programa la necesitaba mucho. Ahora la comida no nos falta. Mis hijos tienen comida todos los días. Compro carne, pollo, huevos, aceite, pan, fideos”.
Antes, asegura, faltaba la comida. “Cuando no tenía la tarjeta, no me alcanzaba para comer y me iba a la casa de mi mamá o mi papá me traía para cocinar. Ellos, mis padres, siempre están, al igual que mis vecinos, que son muy buenos”, recuerda Cecilia.
Gracias al trabajo de los promotores de acompañamiento de León, Cecilia también le pudo hacer de nuevo el DNI a sus mellizos, que estaban mal anotados (habían sido anotados como Cortés, con s). Ese error impedía la gestión de varios trámites, como de cobros, por ejemplo. Cecilia se movió. Y los solucionó. Otro logro.
Dicen los promotores sobre Cecilia, que es “una mujer muy colaboradora, muy receptiva y una madre increíble. Ella se movió sola. Es muy activa”. Cecilia se reconoce “pujante, luchadora”. Por eso, afirma, “ahora quiero tramitar una pensión por mi hijo mayor, que tiene discapacidad en un ojito”.
Cecilia se vuelve a emocionar cuando repasa sus conquistas y cuando recuerda las felicitaciones del asistente social que la visitó. Había evoluciones. En la casa y en las calificaciones de sus hijos. “Hoy mi vida es otra cosa. Todo lo hago por los chicos.Hasta yo me admiro de los cambios”, dice Cecilia. Y reconoce que todos los que la quieren están pendientes de su familia. “No me permití perder a mis hijos. Hoy tienen todo: comida, mochilas nuevas, guardapolvos, zapatillas. Lo que me pidan para la escuela les consigo. Saco de donde sea y les compro. He progresado mucho. Me doy cuenta y me ayuda el elogio de quienes me rodean”. Cecilia por las mañanas estudia. A través de la cooperativa Ellas Hacen, está terminando la Primaria. Porque 29 años después, ella está renaciendo. Y es una madre increíble.
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