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“Acá parecen irse las penas…”  

“Tener muchas amistades, ser amable y ayudar…” Lo que expresa define a la persona dueña de una historia de vida que acompaña León en los Valles Calchaquíes, a través del Curso “Gestión de Cuidados Compartidos de Personas Mayores” ofrecido junto con ONU Mujeres.

Angie Centeno Ledesma tiene 67 años. Hace cuatro decidió volver a rehacer su vida a Amaicha, la tierra de su abuela. En 1984 se había afincado en Avellaneda, provincia de Buenos Aires, con su pequeño hijo Alberto (1) y luego de finalizar su matrimonio. Actualmente confecciona ropa para escuelas y colegios de Lules.

En Buenos Aires hizo de todo para subsistir y darle calidad de vida a su hijo. Pasó por buenas y malas. Trabajó informal y formalmente. “Todo lo hice para él, para mi hijo, a quien le dediqué mi vida”, recuera Angie. Y relata: “me dediqué a cuidar enfermos, para poder pagar el alquiler y vivir. Luego conseguí trabajo en la confección de indumentaria, oficio que había aprendido en Tucumán. Pasé a estar en blanco. Después una señora amiga me ofrece trabajo como cocinera en una financiera que estaba cerca de Plaza de Mayo. Allí me pagaron la facultad para que estudiara y me recibiera de Chef. Ese fue el escalón más alto al que subí”.

“Un día, uno de estos empresarios tenía su papá enfermo y no podía conseguir alguien que lo cuidara. Me preguntó y acepté. Así fui aprendiendo sobre cuidados. Lo veía sufrir, lo cual me hacía muy mal. No me gusta ver sufrir a la gente. Murió a cuatro meses después. Era el año 2000. Continué con mi trabajo en la financiera”, rememora la cuidadora, nacida en Salta.

En 2006, su vida se quiebra. “Mi hijo empezó con problemas de espalda, con dolores, algo muy  raro, nadie nos dijo nunca a qué se debían y en 20 días falleció. Alberto Manuel tenía entonces 22 años…”, repasa Angie. “Ahí empezó el martirio”, describe. “Vivía en el Cementerio. Hasta que un día una persona me dice ´Angie, te tenés que ir de acá´. Una madre vive siempre para sus hijos. Estudié para criarlo a él. Le dediqué mi vida. Él había aprendido a confeccionar ropa también. Estudiaba. Estaba a punto de recibirse”, recuerda. “Entonces tomé la decisión de regresar a Amaicha. Él siempre me decía ´mamá, por qué no hacés tu vida´…Y acá estoy”, cuenta Angie, orgullosa de estar en la tierra de su abuela. “Ella fue como una madre para mí. Yo a mi mamá bilógica nunca la conocí”, comenta, sobre Amaicha dice que «acá parecen irse las penas» y elogia la propuesta de León con ONU Mujeres que «está transformando la vida» de muchas personas. “Muchos me dicen ´para qué vas al curso´. Les digo porque por ahí el día de mañana me toca cuidar y estaré mejor preparada. El curso es muy lindo. Se llena. Nos servirá para poder trabajar”.

Angie se siente acompañada por el equipo León, que está integrado por Sofía Juárez (coordinadora), Susana Medina, Giselle Brandán y Fernanda Balborín Rolando (capacitadoras). Esa fortaleza es la que -afirma- le permite construir sueños y proyectos. “Estamos viendo de instalar una oficina así la gente pueda acudir en búsqueda de cuidadores. Hasta ahora siempre ha sido de boca en boca, esto sería algo más serio y formal. En Amaicha hay muchas personas mayores y necesitan de cuidados…”, reconoce.

Y agregando sobre el futuro, comparte: “lo único que espero cuando termine el curso es crear una fundación acá, es lo que me gusta, la gente necesita de uno. Acá sigue haciendo falta ayuda”.

Un Comentario

  • Mimi Abregu dice:

    Felicito a Angie , por su fortaleza y ganas de seguir adelante . Felicito a Fundación León por las posibilidades que da a la gente en contar con nuevos recursos para el bien común.

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