Casos de abusos, desempleo o empleo informal, adicciones y situaciones de violencia cotidiana. En ese contexto desafiante que propone el Barrio 1 de Mayo II de Concepción, León y la Municipalidad local están implementando un Programa educativo para que madres y padres de niños y niñas de 2 a 5 años se involucren en dinámicas de aprendizaje y sean generadores del cambio.
“Es difícil la realidad del barrio, más para mí, que soy de las que quieren salvar al mundo….” Luego de sonreír, como si lo que acaba de decir se tratara claramente de una utopía, seguirá la charla Andrea Luna (39), quien junto con Paola Perea (31) asumió el rol de Encargada de Acompañamiento de León para instruir a las familias en las dinámicas de aprendizaje con sus menores. Las actividades son propias del Programa Aprendiendo en Casa – HIPPY, un dispositivo educativo de alcance internacional que busca fortalecer, a través de visitas domiciliarias, el papel que tienen la familias en el desarrollo temprano de niñas y niños de 2 a 5 años, en situación de vulnerabilidad y /o contextos críticos. El programa se realiza de manera conjunta con la Asociación Mutual Israelita Argentina (AMIA) y pertenece a la Red HIPPY Internacional.
EN PRIMERA PERSONA
“Yo diría que el 30 por ciento de las familias de este barrio quiere progresar y darles a sus hijos un futuro con oportunidades. Si la mamá está trabajando, el papá cuida a los chicos. O al revés. Es gente que quisiera salir del barrio, pero no lo hace porque es lo único que tiene. Está estigmatizada hasta la escuela del barrio, que es hermosa”, afirma Andrea.
Elegimos este Mes de las Infancias para visibilizar la misión en territorio de ambas educadoras. Las dos son Maestras Jardineras. Pero, coinciden, lo que están viviendo como EA (Encargadas de Acompañamiento) “es diferente a todo, es una experiencia única”. “Ahora tenemos contacto directo con los papás y las mamás, a ellos les brindamos herramientas para que puedan ayudar a los niños. Es novedoso todo. Las herramientas se las brindás directamente a los adultos y eso es un desafío para nosotras. No es lo mismo trabajar con un adulto que en un aula con 20 o 30 niños”, detalla Andrea. “A las familias las notamos muy bien predispuestas, se involucran mucho”, agrega.
Paola agrega que “les otorgamos mucha didáctica y actividades que están en los cuadernillos que nos da la fundación. La mayoría de las mamás o los papás no tuvo este beneficio en su niñez”. “Yo tampoco lo tuve”, remarca y se emociona. “Mi mamá es una mujer mayor, me tuvo de grande. Ella trabajaba mucho. La figura de ayuda o acompañamiento que tenía era la de mi hermano. Desde chica fui independiente, me manejé sola”. En la misma línea auto referencial, Andrea destaca: “Yo sí tuve mis referentes. Vengo de familia docente, así que mi mamá y mis tías estaban ocupadas, pero la vida me puso profes que me leyeron mucho, lo cual es muy importante. Me dio una base muy rica”.
Efecto HIIPY
Para Paola y Andrea (cada una tiene a cargo 15 familias) el Programa “va a impactar de manera muy buena en las familias a las que estamos acompañando. A las mamás les digo que muchas veces como papás no sabemos darles a nuestros hijos esos espacios para que tengan su momento de estudio. Esto le servirá a futuro, para que los chicos sepan que en determinados horarios se involucrarán en tareas intelectuales”, expresa Andrea.
Para Paola, en tanto, “más allá de lo que puedan aprender, se genera un vínculo en el instante que es trascendental. Yo por ejemplo tengo sobrinos que en mi casa encuentran el espacio y el momento para pintar, dibujar o cantar. Creo que en muchas casas falta motivación de parte de los adultos, entiendo las problemáticas, de trabajo, deudas, etc., pero hay que hacerse un tiempo para la educación de los chicos en casa”. “Los mamás y papás bien predispuestos. Se involucran, bailan con los peques, y eso es muy importante, es un montón”.
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